lunes, 24 de agosto de 2009

El decálogo del desarrollo parte 2

Buscando el Origen de la Riqueza y la Pobreza

Algunos sostienen que la explicación está en la antigüedad de los países.

La noción que la mayoría de personas tienen respecto del desarrollo de un país está influenciada por el concepto de tiempo. A semejanza del ser humano que, conforme pasan los años, va adquiriendo madurez, se supone, por analogía, que con los países debería suceder lo mismo.

Pero en cuanto uno profundiza en este concepto se da cuenta que no es cierto. Lo demuestran casos de países como India, China, Egipto, que tienen miles de años de antigüedad y son subdesarrollados y pobres. En cambio Australia y Nueva Zelanda, que hace poco más de 150 años eran casi desconocidos son, sin embargo, hoy países desarrollados y ricos.

En 1535 se fundó Lima, cuando ya Cuzco -la capital imperial- tenía algunos años y más o menos, por esa misma fecha Bogotá. Asi mismo, por esa época, Hernán Cortés conquistó la ciudad de México, que hacía 300 años ya existía.

En 1551 se fundó la Universidad de San Marcos, la primera en América Española; y al año siguiente la Universidad de México. Cien años después de la fundación de Lima, en 1635, el Imperio Español desde México hasta Argentina, tenía en funcionamiento innumerables gobernaciones y virreinatos, y su población estaba conformada por europeos -españoles principalmente- mestizos e indígenas. Todo este sistema colonial enviaba innumerables riquezas a la madre patria, España.

Mientras tanto, las tierras de lo que son hoy en día Estados Unidos y Canadá, estaban prácticamente despobladas, vivían en ellas casi exclusivamente indígenas Pieles Rojas en relativa pequeña cantidad respecto del tamaño de esos territorios.

Los españoles, por falta materialmente de fuerzas, no habían avanzado gran cosa sobre esos territorios. El primer censo que registra Estados Unidos en su formación, cuando apenas podían subsistir los primeros pobladores en Virginia y Boston, indicaba una población total de blancos de 4600 (provenientes en su mayor parte de Inglaterra). Como término de comparación, pensemos que el Banco de Crédito tiene más de 5,000 servidores.

Cómo ha sido posible entonces, que siendo prácticamente nada Estados Unidos en ese año junto al Imperio Español Americano, haya podido desarrollarse en tal forma que hoy en día es la primera potencia económica del mundo?
El desarrollo del Canadá, a la fecha con 26 millones de habitantes, fue posterior al de Estados Unidos, y sin embargo, hoy Canadá es uno de los siete países más ricos del mundo.

La antigüedad de los pueblos no explica la razón del desarrollo.

Otra forma de explicar la diferencia entre países ricos y pobres, es que si bien el Perú, por ejemplo, tiene grandes riquezas minerales, madereras, marinas, etc., su mínima exportación por lo difícil de la geografía del país ha impedido su aprovechamiento en gran escala. En cambio, en los países ricos estas riquezas han sido más accesibles, y por tanto, mejor y más rapidamente su gente pudo utilizarlas.

Nuevamente equivocación. Si tomamos como ejemplo Japón, vemos que su territorio es la tercera parte del Perú, y el 80% del mismo es montañoso, y por lo tanto inadecuado para la agricultura. Japón apenas posee minerales y no tiene petróleo. Prácticamente toda su producción, que lo ha convertido en la segunda potencia económica, se basa en importación de recursos naturales de diversas partes del mundo.

Japón es como una inmensa fábrica flotante, a la que llega por cadena sinfín, formada por miles de barcos, todos los productos que necesita su industria, y por otra cadena sinfín, salen también los miles de barcos a todo el mundo los productos que en esta fábrica se producen.

Argentina tiene tierras tan ricas, que prácticamente se puede decir que la agriculura y la ganadería se desarrollan solas. Sin embargo, es un país subdesarrollado. Por consiguiente, esta segunda hipótesis tampoco es valedera.

Si no es la antigüedad, ni tampoco el territorio del país lo que hace que unos sean ricos y otros pobres, no queda más que en una tercera y aparentemente única explicación, ya derrotista: los japoneses, los europeos, los norteamericanos son más inteligentes que la gente de los países pobres, entre ellos nosotros, y por eso han podido alcanzar su desarrollo actual.

Esto tampoco es cierto. Lo prueban innumerables estudiantes de países pobres que ingresan a las universidades de países ricos, y destacan como alumnos de primera clase. Lo aprueban la inmensa cantidad de profesionales que, en búsqueda de mejores condiciones económicas emigran de lo países pobres hacia los países ricos, y alcanzan posiciones de igual o mayor categoría que sus colegas de esos países. Lo prueban los visitantes de los países ricos a nuestro país como es el caso de ejecutivos de mando medio y alto, empresarios, etc., con los cuales uno conversa, discute, y llega a la conclusión que no tienen ventaja en cuanto a inteligencia y cultura sobre nuestro mismo nivel.

Empero, subsiste la interrogación. ¿Por qué ellos son desarrollado y ricos y nosotros somos subdesarrollados y pobres?



La Impresión de un Viajero del Tercer Mundo al Mundo Industrializado Rico

Las impresiones generales que le quedan grabadas en la memoria a una persona de un país pobre, el Perú por ejemplo, que por primera vez llega a un país rico y desarrollado, nos va centrando en el meollo del asunto, acerca del origen de la riqueza y pobreza de los países. Este viajero, como es costumbre, al regresar a nuestro país reúnea sus familiares, vecinos y amigos, para contarles sus experiencias.

El primer impacto que sufrió, les relata, fue al apreciar la tecnología de la cual sólo conocía por periódicos, revistas y películas. Ahora estaban en contacto con ella, y ésta se manifestaba en las autopistas repletas de automóviles modernos; en las ciudades con inmensos rascacielos; en los sistemas de señalización funcionando perfectamente; en los trenes que se desplazan a más de 200 km. por hora.

Pero su admiración llegó al límite de la estupefacción, cuando tuvo la oportunidad de visitar una fábrica, y ver cómo los robots mezclados con hombres producían automóviles en un chorro continuo.

En fin, vio con sus propios ojos todo lo que había leído, y otras muchas cosas más.

Todo lo cuenta con lujo de detalles a los asistentes a la reunión, agregando que el segundo motivo de su admiración fue el comportamiento de la gente, completamente diferente al nuestro. Tiene una serie de actitudes positivas que le impactaron y que no son comunes ni en él ni en la gente que conoce en nuestro país.

El orden que refleja en todo lugar; desde el momento de su desembarco en el aeropuerto cuando viajaba al hotel; le admiró la gran cantidad de automóviles relucientes circulando en orden perfecto. Cuando recorrió la primera ciudad que visitó encontró también un orden increíble en el parqueo de los automóviles y, por supuesto, el orden apareció en todo lo relativo a documentación y archivos en las oficinas que necesitó visitar por algún trámite, le evitó pérdidas de tiempo.

Todo esto denota una actitud muy importante: el orden,

Otro punto que le impactó de inmediato fue la limpieza en las calles, hoteles, en los baños de los restaurantes, y en el vestir de la gente. En los taxis, ómnibus y trenes todo está reluciente y limpio.

Sin duda, otra actitud resaltante de esta gente es la limpieza.

En la primera excursión que hizo, combinando el uso del ferrocarril y ómnibus, quedó sorprendido nuestro viajero de la exactitud matemática de los horarios de salida y de llegada en estos medios de transporte. Y, por supuesto, en los vuelos que hizo también de una ciudad a otra, le admiró lo mismo. Todo comienza a la hora indicada, las citas se cumplen a la hora señalada, los espectáculos empiezan exactamente a la hora programada. Esta es una actitud de puntualidad matemática. No hay " hora peruana".

Por otro lado, la responsabilidad de la gente en cada uno de sus trabajos, en contraste con lo que él conoce en el Perú, le permitió ir comprendiendo la crónica que había leído del Japón en una oportunidad, hacía ya algunos años.

La noticia informaba que en una selva de Malasis unos ingenieros que trazaban un camino encontraron un grupo de soldados pertenecientes al ejército japonés, de la segunda guerra mundial, quienes habían recibido el encargo de sus supreriores de cuidar determinadas posiciones en esa selva. Posteriormente, debido a la derrota de este país, por los norteamericanos, nadie les comunicó que había terminado su misión, y ellos, por la responsabilidad característica de esa raza, se había quedado en ese lugar más de 20 años, esperando la orden que nunca llegó, que les permitiría abandonarlo. La responsabilidad es una de las actitudes más destacadas en la gente de los países desarrollados.

Otra actitud sobresaliente es el deseo de superación que en esos países está presente en la mayoría de las personas, traduciéndose en que esa mayoría está tratando siempre de aprender algo más, de perfeccionarse en su ocupación de escalar altas posiciones en su organización.

El panorama normal en los trenes, ómnibus y aviones es de gente leyendo libros y revistas, tratando de superarse en todo sentido. Los periódicos están inundados de avisos ofreciendo toda clase de cursos de superación personal y de trabajo, en el marco de una educación permanente.

Sin duda, esta actitud de deseos de superación es notoria en esos países.

Y acostumbrado nuestro viajero en nuestro país a los engaños y robos, no podría creer lo que vio cuando caminando en Tokio a medianoche, encontró bicicletas y motocicletas dejadas sin ninguna seguridad, incluso algunas con paquetes. Según se informó, no corrían ningún peligro. Pero su asombro no tuvo límites, cuando olvidó en un sillón de un hall de su hotel en Osaka la máquina fotográfica. Cuando se dio cuenta del olvido, ya habían pasado algunas horas, y sin ninguna esperanza se acercó a la administración del hotel para averiguar por ella, pues allí estaba.

Qué maravilloso la actitud de honradez en esos pueblos.

Refiriéndose a otro punto, nuestro viajero le comenta a sus invitados que siente una especial desesperación contra la falta de respeto al derecho de los demás que normalmente la gente exhibe en todo grado en diferentes campos en nuestro país.
En contraste, le impresionó de inmediato el respeto hacia la persona que llega primero para comprar algo en un sitio congestionado o ingresa a un espectáculo, ya que en estos casos automáticamente y sin ningún vigilante, la gente se alinea por orden de llegada, respetando sin fallar el turno. Igualmente en las leyes, en los procedimientos policiales y judiciales, se respeta a fondo el derecho de cada quien.

Esta es otra particularidad muy marcada en el actuar de la gente de estos países, que se aprecia de inmediato cuando uno los visita: el respeto al derecho de los demás.

En Alemania, nuestro viajero saliendo de un club nocturno conjuntamente con un acompañante del lugar, abordó un taxi a eso de la una de la madrugada. El taxi en su camino encontró un crucero en que, a las claras, se veía no había vehículos circulando, pero la luz roja estaba encendida en el sentido que circulaba el taxi, por lo que el chofer se detuvo y no reanudó su marcha hasta que la luz cambió a verde.

Detalles como los señalados, en cumplimiento de las reglamentaciones de tránsito, de seguridad en espectáculos, etc., son motivo de asombro para un visitante acostumbrado a ver a diario cómo se incumplen los reglamenteos de toda clase en nuestro país.

Y a través de las conversaciones con diferentes personas, en varios de esos países, se pudo percatar el orgullo que siente la gente en el cumplimiento de las leyes, por ejemplo tributarias. El pago de impuestos es un ritual del cual se enorgullecen quienes deben pagarlos.

El respeto a la ley y a los reglamentos se cumple a raja de tabla con pocas excepciones lo que confirman la regla.

En cada uno de esos países, continúa su relato el viajero, se practican diferentes religiones. Hay protestantes, mormones, cristianos, sintoístas, budistas, etc., pero da la impresión que todos practican una segunda religión nacional idéntica: el amor al trabajo. Récords de trabajadores que durante años asistieron sin fallar un solo día ni llegar un minuto tarde a sus centros de labores, son relatos sumamente comunes que no admiran a nadie en esos países porque así se comportan la inmensa mayoría.

El nivel de vida económica que tiene esa gente, gracias a su amor al trabajo y gracias a la producción de estos países, les permite ganar lo suficiente para darse una buena vida. Sin embargo todos cuidan de ahorrar en la medida de sus posibilidades e invertir esos ahorros en depósitos en los bancos que, por supuesto, pagan intereses superiores a la inflacción con lo cual el capital continuamente aumenta, o bien, lo invierten comprando acciones en diferentes compañias, que rinden bastante más que los intereses de los bancos.

Según lo que conversó nuestro viajero con diferentes personas en todos esos países, la gente comprende claramente que trabajando el capital, va produciendo intereses o dividendos que, sumados al que produce el propio trabajo del individuo, cada año le permiten ganar más, y por lo tanto ahorrar más y, en consecuencia, invertir más con lo que el año siguiente se repite el ciclo. Y como bola de nieve va creciendo el capital de cada persona, hasta el momento, incluso, en que el rendimiento de ese capital es mayor que el propio salario de la persona.

Este mecanismo ampliamente practicado por casi toda la gente en esos países, se traduce en un afán por el ahorro y la inversión.

Con este último punto, nuestro hipotético viajero les dice a sus invitados que ya ha señalado las actitudes más resaltantes de la mayor parte de las personas de esos países desarrollados, y les progunta cuál sería su comentario respecto a la manera de proceder de esa gente, tan diferente a nuestro comportamiento.

Prácticamente todos, como poniéndose de acuerdo, responden:

" Así seremos nosotros también, cuando seamos desarrollados".

Y con esa respuesta terminan los comentarios del viaje, y se ponen a tratar otros temas.

Sin embargo, todos, sin darse cuenta, han caído en una nueva equivocación, porque el asunto no es que seremos así cuando seamos desarrollados, sino que para lograr ser desarrollados tenemos primero que ser así; y por esta razón, las 10 actitudes esquematizadas por el viajero, sin querer, están señalando las bases mismas del desarrollo y la riqueza, son las siguientes:

1.- Orden
2.- Limpieza.
3.- Puntualidad.
4.- Responsabilidad.
5.- Deseo de superación.
6.- Honradez.
7.- Respeto al derecho de los demás.
8.- Respeto a la ley y a los reglamentos.
9.- Amor al trabajo.
10.- Afán por el ahorro y la inversión


Estos puntos por su trascendencia, se señalan como el Decálogo del Desarrollo.

Es a tal punto básico este Decálogo del Desarrollo, para poder desarrollarse y obtener la riqueza que, incluso, si supiéramos que un mago con un poder infinito tocase con su varita mágica los Andes del Perú y en ellos abundase oro; tocase los ríos de nuestra selva y por ellos empezase a correr petróleo y tocase nuestros mares y se repletasen de peces, aun con toda esa riqueza, seguiríamos siendo subdesarrollados. Y algo más, cuando esa riqueza se terminase porque toda la riqueza es finita, volveríamos a ser pobres.

Pero si el mago, en vez de crear esas riquezas, tocase con su varita mágica la cabeza de 20 millones de peruanos, e instantáneamente impregnase en ellas las actitudes del Decálogo del Desarrollo, en ese preciso momento seríamos un país desarrollado, pero pobre, puesto que inmediatamente nuestra posición económica no podría cambiar; mas, con toda seguirdad, en el lapso de 15 a 25 años el Perú sería un país rico.

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